miércoles, 28 de mayo de 2008

Tienen suerte

–Buenos días –dijo el Principito.
–Buenos días –dijo el guardaagujas.
–¿Qué haces aquí? –dijo el Principito.
–Clasifico a los viajeros por paquetes de mil –dijo el guardaagujas–. Despacho los trenes que los llevan, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda.
Y un rápido iluminado, rugiendo como el trueno, hizo temblar la cabina de las agujas.
–Llevan mucha prisa –dijo el Principito–.¿Qué buscan?
–Hasta el hombre de la locomotora lo ignora –dijo el guardaagujas.
Y un segundo rápido iluminado rugió, en sentido inverso.
–¿Vuelven ya? –preguntó el Principito.
–No son los mismos –dijo el guardaagujas–. Es un cambio.
–¿No estaban contentos donde estaban?
–Nadie está nunca contento donde está –dijo el guardaagujas.
Y rugió el trueno de un tercer rápido iluminado.
–¿Persiguen a los primeros viajeros? –preguntó el Principito.
–No persiguen absolutamente nada –dijo el guardaagujas–. Ahí dentro duermen o bostezan. Sólo los niños aplastan sus narices contra los vidrios.
–Sólo los niños saben lo que buscan –dijo el Principito–. Pierden tiempo por una muñeca de trapo y la muñeca se transforma en algo muy importante, y si se les quita la muñeca, lloran...
–Tienen suerte –dijo el guardaagujas.

De Saint-Exupéry, Antoine, El Principito, Cáp. XXII, Buenos Aires, Emecé Editores, 2007.

jueves, 8 de mayo de 2008

Crónica sobre el BAFICI
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Escena de "Luego", de Carola Gliksberg.
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Subjetividades
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Esperado por muchos año tras año, el Festival Internacional de Cine Independiente vuelve en su décima edición a Buenos Aires.
Tercer día del BAFICI, 5.10 pm: llego con toda prisa a los cines del Abasto, una de las sedes del festival, y mientras busco en mi bolso la acreditación de estudiante que convertirá mi tarde de cine en una ganga, hago la fila. Con mi entrada en mano, subo rápidamente las escaleras mecánicas que me conducen a la sala. En el camino, me sorprenden dos chicas desconocidas y me preguntan que película voy a ver. “Luego”, les respondo. Entonces me entregan un papel. Apurada como estoy, no tengo tiempo para leerlo; lo guardo en mi bolso. Acelero el paso y entro cinco minutos antes de que comience la proyección. La sala está llenísima, y con el acostumbrado alboroto de la juventud que suele concurrir a este festival. Consigo un asiento en la última fila, recomendable para parejas que quieren tener un rato de intimidad y poco les interesa el film o a quienes no les importa ver la imagen mutilada, pues la fila de asientos de adelante está casi a la misma altura que la mía, y esto impide ver la parte inferior de la pantalla. Ninguno de los dos es mi caso. Un chico a mi lado de anteojos con marco y patillas negros (muy populares entre la juventud cinéfila), se sienta sobre el borde de la butaca, que dejó reclinada hacia arriba. Lo imito, y aunque no es muy cómodo, logro ver mejor lo que sucede abajo. La directora, Carola Gliksberg, se acerca a la pantalla, y con tímidas palabras invita a disfrutar la película. Cuando se retira, una chica de la fila que tengo adelante da inicio a los aplausos. Mientras las luces se van apagando, Gliksberg sube los escalones para finalmente sentarse al lado de esta chica, a la que conoce. Sin más preámbulos, comienza la proyección.
“Luego” es la historia de quienes tienen algo que decir, que confesar a alguien, y nunca encuentran el momento oportuno para hacerlo. Las palabras pujan por ser liberadas, pero con suerte logran llegar a la boca, donde mueren prisioneras sin lograr escapar en todo el transcurso de la película.
El espectador, intrigado, intenta durante toda la proyección adivinar qué secretos esconden los personajes y formula hipótesis a partir de algunos indicios sutiles, pero nunca puede confirmarlas y tampoco puede estar seguro si aquellas “pistas” fueron percibidas por el resto y, en ese caso, interpretadas del mismo modo.
De esta forma, se desarrollan al unísono dos historias de tal modo que la tensión entre ambas no se resuelve nunca, abandonando el final sorpresivo y contando la historia secreta de un modo cada vez más elusivo. Ocurre lo que en la teoría del iceberg de Hemingway: lo más importante nunca se cuenta.
En la película, los secretos no se dicen ya que nunca se encuentra el momento adecuado para hacerlo. También podría tratarse de una falta de coraje encubierta; en todos los casos la confesión es postergada una y otra vez, es algo que pasará luego.
Ahora yo no lo sabía, porque aún no lo había planeado, pero al día siguiente, iría a ver otra película del BAFICI (también en el complejo de cines del Abasto). Dicen que “The Sun and the Moon”, del neoyorquino de origen ruso Stephen Dwoskin, es una versión libertaria de La Bella y la Bestia. En ella, el cineasta es filmado a sus 69 años, mostrando las secuelas de la polio que contrajo en la infancia y la máscara de oxígeno que lleva desde su neumonía. Pero lo que puede parecer monstruoso, Dwoskin lo reivindica como posibilidad de erotismo, exponiendo su cuerpo deforme al desnudo. Desprovisto de diálogos, a lo largo de la película teje una relación íntima construida en la alternancia de miradas entre él y la bella.
Cuando fui a verla, un espectador, poco acostumbrado al cine no convencional y además aburrido por la película, comenzó a reírse de lo absurda que le parecía. Al cabo de unos minutos, un hombre mayor, evidentemente indignado por la risa del espectador cercano, le habló a su mujer en voz alta con claras intenciones de ser escuchado: “Hay gente que no sé para qué viene. Si no es para vos, ¡no vengas!”. Me quedé pensando... entonces me pregunté si alguien que no haya visto antes la película o incluso no conociese el estilo del festival, podría adivinar antes de concurrir que no sería de su agrado. Sería bastante grato en cuestiones de ahorro de tiempo, energía y dinero, ¿no? Pero esto no le preocupaba al señor disgustado: él ya sabía de antemano que aquélla película era para él. Todos estos pensamientos me condujeron a recordar el lema de la campaña del BAFICI: “Si no es para vos, no es para vos”, frase que, aunque puede leerse como elitista, anticipa que nos toparemos con un tipo de cine que no es el habitual, al que no estamos acostumbrados. Y, efectivamente, así es: el carácter independiente del mismo favorece la creatividad frente a la recaudación de capital en devenir. Lo importante es presentar algo nuevo, diferente. Pero es natural que los cambios puedan no ser fáciles de digerir para aquél que, desde que nació, viene mamando el cine comercial y está esperando que cada género respete sus convenciones. Tal vez se sienta desencajado de la masa de espectadores con los que compartió la sala y a los que, en oposición al rechazo que a él le generó la película, les ha parecido una obra maestra. Y entonces quizás infiera equívocamente que los demás han entendido algo que él no y prefiera ocultar su desagrado para no sentirse excluido o subestimado. En otras palabras, se sentiría intimidado y no creería que ese fuera el momento y el lugar oportunos para expresar su disconformidad, eso que necesita escupir: en definitiva, lo que se formuló en su mente y aguarda inquieto, pujante y prisionero tras el vallar de sus dientes...
6.35 pm: “Luego” llega a su fin. La gente aplaude, pero no puedo captar un gran entusiasmo. Muchos deben hacerlo como un acto de cortesía hacia la directora presente. Por suerte yo, detrás de ella, estoy fuera de su espectro visual, y no siento ninguna presión para hacerlo. De todas formas aplaudo, aunque un poco más tarde. Salgo de la sala y saco el papel que me dieron antes: se trata del voto del público. Marco con una cruz la calificación y meto el papel en una urna. El film competía para la Selección Oficial Argentina; una semana después me ocupé de averiguar si había estado entre sus ganadores, porque a mí me había parecido una película... singular.
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Les dejo los links de algunos de los spots de publicidad del BAFICI de los últimos años, mix de creatividad, humor y bajo presupuesto. Vale la pena verlos (los títulos los extraje de como aparecían en youtube o los inventé yo para identificarlos, no sé si son los verdaderos). Allí puden ver al final de cada uno el slogan que mencioné antes.
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-"El cuadro más triste de mundo"

-"Bigote"

-"Bonjovis"

-"Albinos"

- "Dale, dale...!"

domingo, 4 de mayo de 2008

“Los dos días programados se estiraron como goma hasta hacerse ocho y con el sabor agridulce de la despedida mezclándose a mi inveterada halitosis me sentí llevar definitivamente por aires de aventuras hacia mundos que se me antojaban más extraños de lo que fueron con situaciones que imaginaba mucho más normales que lo que resultaron”.

Guevara, Ernesto, Diarios de motocicleta